Argelia… ¿Qué país tan remoto verdad? Bueno, remoto, lo que se dice remoto… Su capital Argel está a menor distancia que París. Si miras en un mapamundi, podrás comprobar que está mucho más cerca de lo que imaginas.

Y es que Argelia es un país que tiene mucho, muchísimo que ofrecer, pero desgraciadamente su pasado turbulento, los recientes disturbios por la zona y esa aureola que cubre a los países árabes que nos hace ver a un terrorista asentado en cada recodo del camino hace que, salvo para el turismo francés, (por esa afinidad que tienen los franceses de ser tan bien acogidos en los países que un pasado fueron sus enemigos) sea un país relativamente desconocido, ya que la afluencia del turismo a este país es más bien escasa. Siendo el décimo primer país más grande del mundo y con sus dos terceras partes cubiertas por la arena, esta claro que salvo las ciudades de la costa, punto al que ya volveremos otro día, ya que Argel por ejemplo sorprende por la belleza de sus calles y sus edificios colonial de color blanco y contraventanas azules, el turismo del país se centra en adentrarse en las ardientes arenas del Sahara.

Podría explayarme sobre la belleza del desierto, los colores de los atardeceres, las curiosas formaciones rocosas que te vas encontrando en cada rincón de lo que pensabas era un yermo arenal o esas inolvidables noches en el desierto bajo el manto de estrellas hasta que la luna llena asomaba por el horizonte y extendía su luz plateada alrededor nuestro dándonos la sensación de estar en un campo de nieve en vez de en un rincón del Sahara. Pero sin lugar a dudas, lo que más me llamó la atención del país y ha hecho de éste uno de los mejores viajes de mi vida y que recordaré de forma muy entrañable, son los argelinos. Casualidad o no, desde el primer momento nos sentimos como huéspedes de honor de un país, y como si todos los ciudadanos estuvieran al servicio de nosotros sus invitados.

Visitando Ghardaia

Desde la primera noche en Argel, mientras cenábamos en un pequeño restaurante local, uno de los clientes, al darse cuenta que éramos españoles, se nos acercó y nos saludó alegremente, contándonos que trabaja en el ferry que hace la ruta hasta Almería y que le encanta todo lo relacionado con España. Se despide amablemente de los tres amigos que viajábamos juntos, y antes de que acabáramos de cenar, nos pregunta si necesitamos cualquier cosa de Argel, un taxi, hotel o lo que sea menester. Declinamos su oferta amablemente, pero de todas formas nos da su número de teléfono por si nos surgiera cualquier problema y se despide amablemente con numerosos apretones de manos. A la hora de pedir la cuenta, nos dice el dueño que ya ha sido abonada por nuestro primer amigo. Así. Sin decir nada. La primera vez en mi vida que un extraño me invita a cenar sin vanagloriarse por ello… ¡Y yo que pensaba que esas cosas solo pasaban en las películas de los años 50!

El segundo día tomamos un autobús hasta Ghardaia, a las puertas del desierto. En una de las paradas del autobús, un joven vestido con una larga túnica blanca y una poblada barba, imagen de aquel que pensaríamos si nos sentamos a su lado en un avión que lleva una bomba adosada al pecho, nos aborda y nos invita a la coca cola que nos estamos tomando. Tras las presentaciones pertinentes y preguntas de cortesía sobre nuestro origen, nos interroga sobre si nos gustaría conocer algo sobre el Islam, que como es consciente de la mala prensa que tiene su religión en occidente, nos invita a hacernos de cicerone en Ghardaia y debatir juntos sobre el cristianismo y el islamismo. Aceptamos gustosamente y lo que en principio no sabíamos como iba a resultar se ha convertido hoy en día en un amigo con el que de vez en cuando charlo por teléfono.

Nuestro querido amigo Akim

Nos invitó a cenar en su casa los dos días que permanecimos en su ciudad, nos solventó todas nuestras dudas sobre el Islam, y si bien hay diferencias notables de mentalidad que no voy a discutir en este foro, nos ayudó a comprender su punto de vista y él el nuestro. Incluso con Cristina, la chica que integraba nuestro grupo llegó a hacer buenas migas y divertidas bromas, y eso que por el simple hecho de ser mujer al principio estaba más distante con ella. No por el hecho de ser mujer, sino por lo que el dice que es deferencia hacia nosotros y que nunca había tenido novia, y el único contacto que ha tenido con la que va a ser su futura esposa fue delante de los padres de ambos y para expresarle sus respetos. Pero al final incluso cuando Cristina le agarraba la mano, sonreía y algo acalorado le susurraba: vuelve a hacer eso y te mato…

 

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