La península de La Guajira es un no lugar, un espacio de vacío y silencio, de cactus y puestas de sol, de naturaleza salvaje e inhóspita, el mejor sitio para huir del mundanal ruido, escuchar la voz interior que no se oye y que damos por perdida y descubrir un desierto mágico que besa el Mar Caribe con pasión.
En estas tierras, las más septentrionales de Sudamérica, se pasa de las áreas nevadas al desierto en un abrir y cerrar de ojos, del frío al calor en una tierra inhóspita y dura sin que nos demos cuenta del cambio, paraíso de surferos y el hogar de los indígenas wayúu, es un destino que gana en popularidad entre el turismo nacional y extranjero. Todavía estamos a tiempo de descubrirlo sin la modificación radical que soportan los entornos cuando el turismo de masa invade un lugar. En Paso Noroeste te ofrecemos viajes a Colombia en grupo con los que descubrir un país increíble y vivir una aventura que no olvidarás.
La singularidad de La Guajira colombiana
Estamos en un terreno de difícil comprensión, que sorprende y enamora por igual, que gana adeptos en buena medida por la singularidad ecológica y humana que presenta a quien no está avisado de antemano.
La primera y más sorprendente es su espectacular entrada si se elige la carretera que llega desde Santa Marta. Es por esta vía por donde cambiaremos en un segundo de un espacio ocupado por bosques tropicales húmedos, en ocasiones nevado, del territorio de Tayrona y Sierra Nevada cubierto de selva exuberante al desierto costero de arena y cactus.
El modo actual de vida de los lugareños guarda todavía mucha relación con su pasado más reciente, siendo esta otra de sus características más sobresalientes. La Guajira, ya sea por su enclave alejado e inhóspito o por su ubicación fronteriza con Venezuela, siempre fue paso obligado de contrabandistas, que introducían objetos y, sobre todo, gasolina más barata de este país vecino. Por este motivo no es raro encontrar vendedores ambulantes, con garrafas y embudos ofreciendo su producto para llenarte el depósito, algo a lo que hay que acceder sin temor, pues te lo llenan por unos escasos 10 euros. Puede que alguno te engañe con la cantidad, pero no será nada comparado con la constante estafa que llevan a cabo las multinacionales con sus gasolineras. Tampoco le temas demasiado a la ley en este sentido, ya que los mismos policías llenan de este modo sus depósitos.
Por lo demás, prepárate a escuchar ballenato en todos los rincones habitados y a disfrutar de una naturaleza y a una orografía que invita a la reflexión y que, sin lugar a dudas, merece la pena descubrir ahora que todavía estamos a tiempo de conocerla en todo su esplendor.
Riohacha, la capital de La Guajira
Grande pero desordenada, destartalada si se prefiere. La parada obligada en esta curiosa ciudad es el Paseo de la Marina, el malecón bien adornado con palmeras y mucha gente bailando ballenatos por la noche. Es el límite urbano para entrar de lleno en la verdadera atracción de esta urbe, sus playas caribeñas. Puede servir para alquilar una vivienda frente al mar por un precio módico y planificar desde aquí la conquista de todos los espacios naturales que guarda La Guajira.
Cabo de la Vela, los primeros pasos para la llegada de turistas
Este enclave playero es el primer lugar que ha comenzado a despertar el interés del turismo. Hasta hace relativamente poco tiempo, no tenían ni electricidad, en la actualidad, mantiene un aspecto rústico, de cañizos, hamacas y habitaciones sin lujos, pero ya electrificado y modernizándose poco a poco. Y es que Cabo de la Vela es, posiblemente, uno de los lugares más hermosos de esta región, un todavía pequeño y tranquilo puerto pesquero con un encanto tradicional que bien merece la pena disfrutarlo un par de días al menos.
Además de bañarte y contemplar atardeceres mágicos, deberás subir a la cima de cerro Pilón de Azúcar y disfrutar de sus fabulosas vistas. Este Cabo de la Vela no ocupa solo una playa, son varias las que puedes disfrutar y cada una de ellas tiene su propia identidad. La experiencia más interesante está en pasar la noche al raso, meciéndote en una hamaca bajo las estrellas.
Uribia, la comunidad indígena Wayúu
Antes de llegar a Cabo de la Vela se pasa por Uribia, donde se mantiene la comunidad indígena de los wayúu, ocupando una posición estratégica frente al mar y en el paso fronterizo con Venezuela. En Uribia, además de conocer un poco la cultura y tradiciones de este pueblo tribal, nos encontraremos a un paso para disfrutar del mencionado Cabo de la Vela, Playa del Cavo y las salinas de Manaure.
Punta Gallinas, la “punta” de Colombia
Punta Gallinas forma parte del territorio habitado por los wayúu, conocido con este nombre porque su silueta se asemeja al perfil de esta ave, pero sin pico. Se trata de un desierto idílico bañado por las cálidas aguas del Mar Caribe. Se ubica en el punto más al norte de Sudamérica y, además de las extensas dunas, también se presentan hermosos manglares que le dan el toque exótico a un lugar al que hay que llegar después de cinco horas en coche o a dos horas y media si vas por el mar desde Cabo de la Vela.
Entre otras cosas vas a disfrutar como un niño subiendo y dejándote caer por sus dunas, para limpiarte de su arena sumergiéndote en el mar de las más hermosas playas que tiene este país. Y para descansar, contemplar el paisaje selvático de los manglares que se adentran en las aguas caribeñas.
Parque nacional natural “La Macuira”, en Nazareth
Este parque se localiza en uno de los puntos más alejados de toda la Guajira, siendo, quizás por esto mismo, un lugar insólito, en el que se mezclan naturaleza, dunas y agua. Se trata de una serranía ubicada en medio de un desierto, por lo que consigue crear un entorno realmente extraordinario, peculiar y de una hermosura extravagante.
Altamente aconsejable es perderse por sus senderos que conducen al turista por el interior de la selva y cúmulos de agua, para desembocar en el Médano, la formación desértica justo en medio de esta sierra. También se recomienda contratar a un guía, de los que van enseñándote el lugar mientras cuentan leyendas wayúu.
Las playas de Mayapo
Siempre es de agradecer una parada y descanso para reponer fuerzas y adquirir la conciencia del lugar y el momento que se está viviendo. La experiencia de un recorrido por La Guajira se toma un respiro en estas playas, nada turísticas y bastante despobladas. Disfrutar de la playa sin más, aunque también sería un buen momento para premiarse con gastronomía colombiana, que es otro de los placeres tradicionales que te esperan aquí.
Reserva natural “Los Flamencos”
En esta reserva, como su propio nombre indica, se van a poder observar a este tipo de aves, pero, además, es posible hacerlo desde muy cerca. La belleza de los flamencos junto a la de la propia laguna hacen de este espacio una parada obligada en el recorrido de La Guajira. El paisaje y el entorno de esta ciénaga son realmente espectaculares, y tenemos la fortuna que, “a tiro de piedra”, se ubican las fabulosas y poco visitadas playas de Camarones. También es un buen lugar para probar la comida típica de La Guajira en los restaurantes populares que hay por la zona.
Palomino, agua dulce y salada en un mismo baño
Este entorno natural, de playas con una gran belleza tropical, tiene la particularidad de ser punto de encuentro entre el agua salada del mar caribeño y el agua dulce de la desembocadura del rio Palomino, el cual desciende directamente de Santa Marta y de su Sierra Nevada.
Por lo tanto, podrás sumergirte en agua salada en sus playas o hacer tubing, que es un paseo en flotador, por el río Palomino. También se podrá disfrutar de las maravillosas vistas de la nieve en Sierra Nevada, hacer senderismo, surf o simplemente sentir las buenas vibraciones que emite este lugar.
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