Existe una obra realizada por el ser humano de más de 4.000 km de longitud, que supera en algunos tramos los 5.000 metros de altura y que conecta una de las urbes más pobladas del mundo con una de las regiones más inhóspitas del planeta. Es el denominado tren Camino del Cielo que une en un recorrido de exactamente 4.026 km en 47 horas y 28 minutos la ciudad de Pekín con la capital del Tíbet, Lhasa. La faraónica obra no fue baladí, ya que en ella se emplearon 30.000 trabajadores que cicatrizaron las estepas tibetanas a más de 4.000 metros de altura para batir todos los récords de altura del mundo del ferrocarril, ya que no solo es la línea férrea más alta del mundo, con un techo de 5.072 metros (227 metros más que el Mont Blanc francés) y con el túnel más alto del mundo a 4.264 metros, sino que tiene la estación más elevada y más alejada del mar del planeta, la estación de Tanggula, a 5.068 metros sobre el nivel del mar.

Destino Final: Lhasa

El año pasado decidí emprender ese viaje en tren a Tíbet. La salida era desde a estación del Oeste de Pekín. La estación estaba a rebosar, pero antes de pasar a la sala de espera destinada a los viajeros rumbo a los Himalayas, decido comprarme algo para comer y aprovisionarme de galletas y otros mata-hambres, ya que no sabía que dieta me iba a encontrar en el tren. La salida del tren se retrasa unos minutos, pero cuando por megafonía una voz lanza un mensaje en un incomprensible chino, toda la sala de espera se levanta al unísono y se lanzan en tromba visigoda hacia los accesos a los andenes formando esas filas caóticas y apelmazadas que suelen hacer los chinos, donde impera la ley del codazo más fuerte. Conseguí pasar el control de billetes y ya solo me quedaba lo más complicado: encontrar mi camarote. Existen 3 tipos de billetes, los de clase turista, que son simplemente unas butacas donde debes aguantar 3 días sentadito sin acceso al vagón restaurante, los de litera dura que compartes camarote con 6 personas más y los de litera blanda que lo compartes tan solo con cuatro y suelen utilizar la mayor parte de los turistas extranjeros que toman este tren.

Esperando para subir al tren

Mi camarote está en los de litera dura, y al llegar solo hay un chaval de unos 25 años con un nombre algo parecido a un castizo Juan y que resulta ser policía militar en Lhasa. Eso lo entiendo no por mi perfecto chino, sino con algo de mímica acompañada con mi librito de frases hechas de español-chino. Compartimos la cena, y como si de una canción de Sabina se tratara yo le ofrezco vino, pan y salchichón (siempre viajo acompañado de mi inseparable bota de vino, la cual me ha abierto ya varias puertas) y el me recompensa con fruta, pan chino y unos dulces. Pese a que apenas nos entendemos, me cae bien el amigo Juan. De vez en cuando se pasa del camarote de al lado otro chino al que no le apetece nada degustar las delicatessen hispanas con las que trato de agasajarle. A las 10 y media en punto apagan la luz, así que pijama, orinal y a la cama. Los camarotes de litera dura, a diferencia de los de litera blanda, no disponen de luces individuales en las camas ni puerta en el camarote, así que al menos la luz del pasillo hace que no tengas miedo a la oscuridad…

La calma nocturna dura poco, ya que a medianoche llegamos a una estación y el camarote se ve asaltado por cuatro mujeres que hablan como si estuvieran comentado en la peluquería la última salida de tono de la Belén Esteban de Shangai. Afortunadamente, junto a la bota de vino llevo siempre los tapones para emergencias nocturnas. Esta calma dura hasta las 6 de la mañana en que de sopetón encienden las luces del vagón. Me está empezando a dar la impresión de que este régimen de luces es un tanto carcelario…

El día lo paso en el vagón restaurante comiendo o tomando una cerveza mientras miro por la ventana y veo como atravesamos inmensos polígonos industriales, extensísimos campos de cereal o simplemente como el tren discurre sobre una plataforma elevada por encima de un río durante varios kilómetros. Ya todo el vagón sabe que hay un guiri entre ellos ¡y que encima lleva salchichón! Hay varios de ellos que hablan inglés por lo que la conversación es más fluida. Todo mi vagón son ciudadanos chinos de turismo por Tíbet. Uno de los temores de los tibetanos ante la apertura de que esta línea de ferrocarril llegara hasta el corazón de las nieves era que eso iba a provocar una silenciosa colonización china, introduciendo poco a poco la mentalidad de Pekin y alejando así a la juventud de la espiritualidad tibetano, enganchándose al carro del poderoso vecino. Como pude comprobar, los temores no eran infundados…

En la estación de Langzhou abandonamos definitivamente las fértiles llanuras y reemplazan la locomotora por una con mayor potencia que permita ascender a los Himalayas. El paisaje empieza a cambiar, y ya no se ve tanta industria y grandes urbes sino más aldeas rurales y zonas más montañosa. A las 7 de la mañana del día siguiente coronamos el techo del viaje, el Tanggula Pass, con 5072. Se supone que el tren está dotado con oxígeno artificial y cristales protectores de los rayos ultravioletas, pero de momento no se ve a nadie que le afecte la altura… ¡Ya veremos mañana en Lhasa! El paisaje ahora ha cambiado por completo. Atravesamos llanuras yermas similares a las de las praderas de Mongolia, enclavadas entre picos nevados. En algún momento, pese a ser septiembre, el cielo se encapota y las llanuras aparecen como por arte de magia cubiertas por una capa de varios centímetros de nieve, y se puede observar a los yaks escarbando con sus hocicos para encontrar sustento fresco. Las horas pasan agradablemente entre mis compañeros de camarote, jugando a las cartas (si os encontráis a unos chinos que saben jugar al tute ya sabéis quien les ha enseñado) leyendo y pasando el rato en el vagón restaurante contemplando los impresionantes paisajes que se extienden ante mis ojos, hasta que finalmente llegamos a Lhasa, con unas dos horas de retraso sobre el horario previsto.

La responsable de mover todo el tren

Aquí comenzaba otra aventurilla por las tierras tibetanas, pero creo que me he alargado demasiado por hoy. Éste es un resumen de ese magnífico viaje que realicé cruzando China de norte a sur, acompañado solo por chinos que hicieron de lo más agradable este viaje. Atrás ha quedado ya esa locomotora, que tras descansar unas horas emprendería el viaje de regreso al corazón de China (curiosamente tarda media hora más en bajar de los Himalayas que en ascenderlos) y contento de haber disfrutado del chacachá del tren, aunque este sonara a chino, o más bien a huache o según la traducción del mandarín a carro de fuego… pero al fin y al cabo, todos los carros de fuego del mundo tienen un nosequé que los hace tan atractivos para los viajeros… ¿no es así? Y más éste, que transita entre las nieves eternas y las nubes.

6 comentarios
  1. Zipi y Zape
    Zipi y Zape Dice:

    A altas horas de la madrugada, tras unas copas en Tarifa compartidas con Zape, hemos leido tu relato sobre el Tibet y nos preguntamos ¿por qué decidiste emprender este viaje?
    ¿Los viajeros de Agosto también tendrán que viajar en literas duras? ¿Se puede coger un AVE en este recorrido? ¿Se tiene que llevar un orinal desde España o está incluido en el billete de tren?
    Nos vamos a dormir soñando con el chacachá del tren……..
    Fdo:
    Zipi y Zape.

    Responder
  2. Dr. Livigstone
    Dr. Livigstone Dice:

    Queridas Zipi y Zape!
    Espero que disfruteis por Tarifa tanto o mas que yo por estos lugares perdidos del globo y tomeis fuerzas para el pedazo viaje que os aguarda este agosto por Tibet.
    Los viajes nacen, como ya comente en otro post, de una foto, un comentario o una proposicion indecente… Ya vereis como disfrutais de ese fantastico viaje en tren, con o sin orinal, y es que el chacacha del tren, es lo que tiene…. Y mas por Tibet!!
    PD: Ya perdonareis pero los acentos en este teclado son inexistentes…

    Responder
  3. Zipi y Zape
    Zipi y Zape Dice:

    Querido Dr Livigstone:
    Despues de unos días en Tarifa nos preguntamos si hemos hecho bien en contratar un viaje a Tibet o si sería mejor para nuestro «espiritu» alquilar un apartamentito con vistas al mar en esta ciudad llena de «Maravillosos bancos de atunes»

    Ya sabes que a nosotras nos gusta complicarte la ruta y hemos pensado si puedes hacer una extensión Kathmandu-Tarifa, estoy segura que el resto del grupo lo aceptará de buen grado!

    Para facilitarte el trabajo hemos cogido varias tarjetas de hotelitos con encanto y podemos prepararte un presupuesto ajustado….

    Esperamos que os sienten bien los noodles. A la vuelta, Viajes Zipi y Zape os tienen preparados un estupendo fin de semana por la feria de Córdoba y otro por Cadaqués.

    Besazos a nuestro Coordi preferido.

    Responder
    • Dr. Livigstone
      Dr. Livigstone Dice:

      No te preocupes que ese tren seguirá allí cuando decidas viajar a Tibet de nuevo! Y no hay que tener miedo a viajar solo… O siempre puedes unirte al algún grupo! Enhorabuena por tu blog! Un saludo

      Responder

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