El pasado 12 de febrero embarcaba en Puerto Williams, en la isla de Navarino, en el lado chileno del canal de Beagle, junto a otras 9 personas en un velero de 21 metros de eslora rumbo al continente Antártico.

El puerto de la Isla Navarino

La hija del militar que habita en la Caleta Lennox

El primer día de navegación avanzamos entre las últimas islas de la Patagonia y el canal Richmond, contemplando los numerosos delfines que acompañan al barco durante varias millas hasta llegar a la isla Lennox, donde únicamente vive un cabo del ejército chileno con su mujer y sus dos retoños, con el único fin estratégico de afianzar la soberanía chilena sobre estas tierras. Aquí fondeamos y pasamos la noche y somos recibidos con gran hospitalidad por esta familia. Para ellos es un acontecimiento compartir con alguien un poco del mucho tiempo que disponen.

Y además en esta pequeña isla podemos disfrutar de un inesperado visitante. Un pingüino emperador ha aparecido en la isla hace unas semanas y está engordando antes de emprender en solitario los 900 kilómetros de travesía que le separan del continente blanco.

La belleza del pingüino emperador


Después de este primer amable contacto con los mares australes, al día siguiente ya enfilamos decididamente rumbo al sur y poco antes de llegar a la altura del Cabo de Hornos, que están en una isla del mismo nombre, no en el continente, empieza la navegación de verdad, con vientos constantes de 40-50 nudos y olas de varios metros que barrían la cubierta de proa a popa. Estamos en el temible Paso de Drake, el tramo más corto entre la Antártida y América, unión de los océanos Pacífico y Atlántico y lugar de muchos naufragios. En las cartas náuticas españolas figura como Mar de Hoces, en honor del marino español Francisco de Hoces que en 1525 fue el primero que lo navegó, 50 años antes que Drake, pero ya sabemos que el mundo anglosajón tiene mejor proyección mediática que el nuestro…

Nunca en mi vida había llevado un barco, pero desde el primer día nos repartimos el gobierno del barco (siempre supervisados por el capitán) en grupos de tres y con guardias cada seis horas. Mantener la rueda del timón en los 180º tiene su gracia y su pericia, y más para un novato en la navegación como yo, pero poco a poco le vas cogiendo el gusto y además…. ¡Tengo tiempo de sobra para aprender! Eso sí…. Levantarte a las 3 de la mañana para coger la rueda del timón y aguantar la noche cerrada con más compañía que mis dos compañeros de guardia y las olas que barrían la cubierta en la oscuridad, es algo que, reconozco, me daba un poco de pereza….

El autor al timón


Tardamos cuatro días con sus cuatro noches en cruzar el temible Paso de Drake, aunque lo realmente peligroso de la travesía fue el riesgo de partirse la crisma dentro del barco, donde entre los pantocazos y la fuerte escora, el simple hecho de cocinar o ir al baño exigía un gran esfuerzo de equilibrio y concentración.

Albatros

Al tercer día de navegación comienzan a hacer su aparición las primeras aves marinas. Petreles y albatros vuelan al rededor de la nave. Eso siempre es motivo de alegría para los marinos, ya que quiere decir que la tierra está cerca.

Pero tras la tempestad llega la calma y durante la mañana del cuarto día divisamos la Isla Smith. ¡Antártida a la vista! Nuestro primer objetivo es la isla Decepción, un islote volcánico y antigua base ballenera donde fondeamos y pasamos nuestra primera noche antártica.

Pero esa parte del viaje la seguiremos contando en el próximo post.

La isla Smith ¡Antártida a la vista!

 

 

4 comentarios
  1. Nati Bainotti | Mi vida en una mochila
    Nati Bainotti | Mi vida en una mochila Dice:

    Un viaje único sin dudas, no cualquiera puede decir que ha pisado Antártida! Hermosas fotos =)

    Responder

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