Una hora antes de que salga el sol, ya estoy en la parrilla de salida. Delante de mí tan solo una barrera bicolor y 65 kilómetros de pista hasta el destino final. Una hora antes de que salga el sol, el guarda de la puerta de Sesriem decide abrir el parque al público, comprueba mi pase y levanta la barrera. Meto la primera y me adentro en la oscuridad de la noche.
Por el retrovisor observo como cada treinta segundos, y tras comprobar los pertinentes permisos, dos nuevos focos se lanzan a la frenética carrera contra la noche, con el fin de contemplar el amanecer en el que es sin duda uno de los escenarios más mágicos del mundo: Sossusvlei.
Las dunas de Sossusvlei pertenecen al parque nacional de Namib-Naukluft, el mayor de todo Namibia. La característica distintiva de este desierto, el más antiguo del mundo, es el color rojizo de su arena, producido por su alto contenido en mineral de hierro y, debido al paso de los milenios, posterior oxidación, obteniendo de esta forma su peculiar tonalidad.
La mayor parte de los turistas que ingresan en el parque, se detienen en el kilómetro 45 para ascender a la famosa Duna 45, de más de 80 metros de altura, y contemplar desde allí la salida del sol. Pero decido dejar atrás la amenazante sombra de esta duna y continúo, tratando de disfrutar en solitario las famosas pan o sartenes de Sossusvlei.
Estas sartenes son explanadas de un brillante color blanquecino debido a su alta concentración en sal, y están rodeadas de inmensas dunas anaranjadas. Cada varios lustros, el torrente Tsauchab inunda estas planicies formando una ciénaga. Precisamente, la terminación vlei en afrikaans significa eso: ciénaga.
Existen tres sartenes o vleis en el parque: Sossusvlei, Hidden Vlei y Dead Vlei. Alcanzo esta última justo cuando el cielo comienza a difuminarse desde un inquietante negro a un intenso púrpura. Asciendo trabajosamente por la duna, con la misma sensación que si anduviera sobre nieve: por cada dos metros que remonto, retrocedo uno. Pero finalmente corono la montaña de arena, justo a tiempo para contemplar como poco a poco, el sol comienza a prender de un color fuego intenso un mar de infinitas ondulaciones que van a morir en el océano Atlántico .
Desciendo a la hondonada de Dead Vlei. Me encuentro completamente solo ante una explanada blanca como la espuma de más de un kilómetro de longitud, tan solo salpicada de viejas acacias, negruzcas y ya petrificadas, de más de 500 años de antigüedad y rodeado de paredes de arena roja de más de 200 metros de altura bajo un cielo de un intenso color azul cobalto. Me siento en el suelo, que aun se mantiene frío por las gélidas temperaturas nocturnas. Observo frente a mí esa extraña conjunción de colores: blanco, rojo y azul, como si se tratara de los colores de una bandera. Es éste uno de esos instantes que te hace sentir que sólo por esto, el viaje a Namibia ya ha merecido la pena.
Poco a poco van llegando las hordas de turistas. Al fin y al cabo, éste es el lugar más visitado de Namibia. Y con razón…El resto del día pasa, para mi gusto, demasiado rápido, visitando las distintas zonas del parque, disfrutando de las sugerentes ondulaciones que van mutando su tonalidad. Observo ya al atardecer e instalado sobre la duna Elim, como los colores viajan de un ocre incendiario, a un rojo fuego, pasando por mil tonalidades de naranjas. La noche poco a poco se va extendiendo y apagando el incendio de color que hemos gozado durante el día. Mañana será otro día… donde poder disfrutar de otro espectacular amanecer en Sossusvlei.
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