La Mezquita Azul

Estambul no es la capital de Turquía (como muchos piensan) pero fue la capital del Impero Romano de Oriente, de Bizancio y del Imperio Otomano, y en la actualidad una ciudad de obligada visita. Sencilla y compleja, majestuosa e intimista, Estambul merece la pena ser conocida durante las horas del día pero también al caer la noche.

El día comienza con el canto del almuecín, esa sintonía lánguida y monocorde que retumba por las esquinas y callejones de la ciudad y anima a los musulmanes a rezar y al resto a comenzar la jornada.

Interior de la Mezquita Azul

Conviene planificarse bien los días que estemos en Estambul, ya que la oferta es demasiado amplia para tan solo un fin de semana. Sin duda, la visita obligada para todo aquel que arribe a Constantinopla es la joya del arte bizantino de Santa Sofía (o Hagia Sofia). Dicen que su construcción cambió la historia de la arquitectura, y es que fue durante 1000 años la catedral más grande del mundo. Cuando el sultán turco otomano Mehmed II conquistó la ciudad, deslumbrado ante su belleza no la mando derruir, sino que la convirtió en mezquita, y gracias a esa sabia decisión, hoy en día aún podemos contemplar su inmensa cúpula central decorada con grandes medallones y bellos mosaicos bizantinos.

Santa Sofia

Interior de Santa Sofia

Frente a ella y en clara competencia se encuentra la Mezquita Azul o del Sultan Ahmet, de principios del siglo XVII y finamente decorada con más de 20.000 azulejos, lujosas alfombras y lámparas de aceite. Conviene ir temprano, cuando los primeros rayos de sol inciden sobre las vidrieras y la atmósfera resulta más majestuosa si cabe.

Existen otros muchos monumentos en la ciudad como el antiguo Hipódromo o el palacio de Topkapi, situado en la confluencia entre el Bósforo y el Cuerno de Oro, que nos devuelvo a la época de los grandes sultanes y la opulencia que les rodeaba.

Otro de los puntos fuertes de esta dinámica ciudad son sin duda sus bazares. Aunque no se tenga intención de comprar (falta ver si somos de la misma opinión al final del día) son de obligada visita. La ciudad cuenta con dos enclaves principales que transmiten el ajetreo de los mercados turcos, como son el Gran Bazar y el Bazar de las Especias. El primero está formado por 80 calles y más de 4500 tiendas con sus insistentes vendedores, pero es una delicia pasear entre el bullicio de sus calles, disfrutar de un té en alguno de sus cafés o practicar el hábil arte del regateo cuando hemos encontrado algo que nos interesa.

El Gran Bazar

Si el primer bazar es una locura para los amantes de las compras, el de las especias es toda una explosión para el olfato, y es que cientos de tenderos luchan por reclamar tu atención y ofrecerte todo tipo de curris, pimientas o azafranes y donde puedes aprovechar para probar los dulces, frutos secos o pastelitos que amablemente te ofrecen los vendedores.

El bazar de las especias

El día va llegando a su fin, y el atardecer es indispensable contemplarlo desde el puente de Gálgata, donde los minaretes de las mezquitas se recortan sobre un cielo anaranjado y el sol se va poniendo tras las torres de la ciudad o, mejor aún, realizar un paseo por el Bósforo (el estrecho que comunica el mar de Mármara con el mar Negro) y surcar las aguas con los últimos rayos del día mientras los elegantes palacios se van ensombreciendo y la ciudad lánguidamente va enciendo las luces, anunciando que se acerca la noche…

Y es que, como dirían los ingleses, ¡Istambul Rock and Rolls! Conviene acercarse a los alrededores de la calle Istiklal, una calle peatonal llena de tiendas de moda de las primeras marcas, y aprovechar para cenar en alguno de los numerosos restaurantes de las callejuelas adyacentes, que ofrecen deliciosa comida de primer nivel en terrazas con vistas al Bósforo y a la Mezquita Azul, para luego tomarse una copa en alguno de los bares de la zona, donde los estambulitas acuden vestidos con ceñidos vaqueros y ajustadas camisas para disfrutar del sabor de la noche de la antigua Constantinopla.

Un fin de semana alcanza para hacerse una idea de todo lo que ofrece la que fue en su día la capital del mundo, pero sin duda, para adentrarse en sus secretos, necesitaremos volver una segunda vez….

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Atardecer desde el Bósforo

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