Madagascar, esa gran isla situada al este de Mozambique, sobre las aguas del Índico, es toda una caja de sorpresas. Como ellos mismos se definen, un país a caballo entre África y el subcontinente Indio, nada de lo que aquí se encuentra se puede comparar a cualquier otro rincón del planeta.

Fruto de su aislamiento, posee un conjunto de ecosistemas únicos en el mundo. Gracias a esa peculiar biodiversidad, hay un tipo de plantas, animales y paisajes, que sólo se pueden disfrutar en Madagascar. Y eso va más allá del célebre lémur. Seis especies de baobas, varias de camaleones, aves, plantas, además de paisajes únicos como el Parque Nacional de Isalo, o las formaciones de Tsingys: unas formaciones de roca caliza, que el capricho de la erosión y el discurrir de los siglos han ido tallado con caprichoso cincel hasta componer el mágico paisaje de los Tsingys.

Existen varias formaciones de Tsingy en Madagascar. Al norte, los Tsingy de Ankarana, los de Namoroka al noroeste y en el centro oeste de la isla los Tsiny de Bemaraha, sin duda los más conocidos de todos por sus dimensiones y extensión.

Acceder a ellos no es sencillo, y es que moverse por Madagascar solo es apto para sufridos viajeros a los que no les importe maltratar sus huesos por las terribles carreteras del país. Desde Belo sur Tsiribihina, hay que coger un vehículo 4×4 que recorra los 130 kilómetros de bacheada pista de tierra, donde las únicas poblaciones que nos cruzaremos por este desértico paraje serán esporádicas aldeas con chabolas de adobe, hasta que tras casi 5 horas de viaje nos encontramos frente al río Manambolo. Aquí hay que esperar a que el ferry nos deposite en la orilla opuesta.

Junto a la orilla se encuentran las oficinas de la Reserva Natural de Tsingy de Bemaraha. En la pequeña oficina informativa nos explican detalladamente las distintas excursiones que podemos realizar por lo que denomina Petit Tsingy y Gran Tsingy.

Detalle de los pináculos de roca

La excursión de los Petit Tsingy o lo que se traduciría como los Pequeños Tsingy, dura apenas media jornada y es un paseo por un frondoso bosque con bonitas formaciones rocosas denomina la catedral, donde hay posibilidades de ver lémures, camaleones y demás fauna local para posteriormente ascender a estos Tsingy, de menor tamaño, pero igualmente bellos y fascinantes. Si nuestra forma física o el vértigo nos impiden visitar a su hermano mayor, esta opción bien merece la pena para hacerse una idea de la belleza de este paisaje.

Los Gran Tsingy es una excursión algo más exigente, que puede abarcar desde las 3 a las 8 horas si lo que quieres es recorrer la mayor parte del parque. Para visitar ambas secciones, lo ideal es salir temprano de Belo sur Tsiribihina, llegar a la hora de comer y aprovechar la tarde para visitar los Petit Tsingy, y al día siguiente enfrentarte al sobrecogedor espectáculo de los Gran Tsingy.

Para la jornada de los Gran Tsingy, conviene madrugar, ya que recorrer los 17 kilómetros que nos separan del comienzo de la excursión nos lleva algo más de una hora (así está la carretera…) Una vez en el parking, nos colocamos nuestros arneses, guardamos un par de botellas de agua en la mochila y nos internamos en el frondoso bosque. Tras una fácil caminata de una hora, nos encontramos frente a una infranqueable pared vertical de 80 metros de altura. Nuestro guía se introduce por una hendidura donde se ve un cable de acero al que se engancha con su arnés y, apoyándose en pequeños escalones artificiales colocados estratégicamente, asciende como un cohete por la pared. La ascensión es muy fácil, y es que se ha colocado una via ferrata muy sencilla que hace que subir sea tan sencillo como ascender por una escalera. Un tanto aérea, eso sí, pero el arnés nos protege de que en caso de resbalón accidental, no suframos una terrible caída.

Al llegar arriba, el espectáculo es indescriptible. Ante nosotros se abre una llanura de afilados cuchillos de roca, como si fuera una plantación de carámbanos de roca colocados del revés. Paseamos entre ese mágico paisaje, difícil de describir. La progresión no es fácil, ya que los pináculos son en algunos casos más altos que un hombre, y la marcha es muy complicada. Está bien puesto el nombre de Tsingy, que en malgache significa “donde no se puede caminar descalzo”.

Hay que cruzar verdaderos abismos

Cualquier rincón sorprende. Bien por la extensión (más de 85 hectáreas de afilados dientes de roca), las diversas formas de los pináculos o la imagen que ofrece el verdor de un cactus sobresaliendo entre pétreas bambalinas. La excursión más extensa, la de 8 horas, se completa con dos horas de espeleología, para descubrir el interior de los Tsingy, una actividad no apta para claustrofóbicos, pero os aseguro que merece la pena descubrir las tripas del mar de roca que se agita en la superficie.

La jornada se completa por otro paseo por el bosque, donde no nos será difícil contemplar en el mismo hábitat lémures y hasta a las escurridizas fossas, el principal enemigo del endémico primate, para posteriormente ascender a otra sección de este paraíso cárstico. Es una excursión físicamente exigente, pero pasear por esos rocosos pináculos, cruzar  puentes colgantes entre amenazadores abismos y descubrir la magia que desprende este único paisaje, bien merece la pena esfuerzo.

Tenemos toda la vida para reponernos del esfuerzo, y no todos los días podemos viajar a Madagascar para poder contemplar la magia de los Tsingys…

¿Quieres viajar a Madagascar con Paso Noroeste?