A principios de septiembre del 2003, tras recorrer junto con dos amigos Mongolia en bicicleta, finalizamos nuestro peculiar viaje en China, concretamente en Pekín, donde pasamos unos días visitando esta ciudad, que empezaba a prepararse para albergar los Juegos Olímpicos del 2008.

Como es lógico, una de las visitas obligadas fue la Muralla China, esa fortificación construida entre los siglos V a XVI para proteger China de las invasiones exteriores. Decidimos visitar una parte que está en estado salvaje, para tener una visión de los restos de la muralla hoy en día, ya que cada vez son más los tramos restaurados. Estos son muy interesantes, pero os recomiendo visitar ambas construcciones para tener una idea del antes y el después.

Decidimos ir a un tramo de la Gran Muralla situado a 60 kilómetros al norte de Beijing denominado HuangHua, lo que se traduciría como flor amarilla, debido al color que toman las hojas de los montes de esta zona en otoño. Esta parte de la muralla se comenzó a construir en la dinastía Ming (1368-1644) por un general llamado Cai Kai, que se empeñó en que su tramo de muralla fuera de una consistencia y resistencia dignas del emperador. Pero éste, en vez de apreciar su fino trabajo, se enfadó con él por demorarse demasiado en construir su tramo de muralla y lo mandó decapitar. La leyenda cuenta que el cuerpo de Cai debía de tener la misma consistencia que su muralla, ya que tardó 3 días en desplomarse una vez que le separan la testa del cuerpo.

Aspecto de la muralla de Huanghua

Cuando un oficial del emperador acudió al tramo de HuangHua y comprobó el fino trabajo que estaba realizando Cai Kai, el emperador se arrepintió de su decisión y mandó construir un mausoleo donde reposaran los restos del general. Es sí, con la cabeza separada del cuerpo, pero descansando en un mausoleo al fin y al cabo…

Como queríamos pasar la noche en la muralla, nos aprovisionamos de mortadela china, salchichas y pan de molde Panrico (se ve que las empresas españolas ya empezaban su externalización por Asia) y cogimos el autobús 24 hasta Donghimen, (milagrosamente nos bajamos en la parada correcta, todo el mundo nos decía que era la siguiente estación). Desde allí, tras vagabundear algo perdidos sin nadie que consiguiera orientarnos, nos subimos en un transporte que nos llevó tras hora y media de viaje hasta Huairou, donde de nuevo, tuvimos la clásica lucha con un taxista para hacerle entender que queríamos ir hasta el tramo de la muralla de HuangHua y que queríamos que nos viniera a recoger al día siguiente.

Avanzar no resulta fácil

El taxi nos deja a las afueras de una pequeña aldea, y tras caminar por  la carretera unos centenares de metros, nos topamos con lo que parece una cerca de piedra que ascendía por una escarpada colina hasta llegar a una atalaya. Estábamos en la Gran Muralla. Comenzamos ascendiendo por un camino pegado al muro de piedra, que a ratos medía un metro de alto y en otros tramos más de 3, hasta llegar a la atalaya, parcialmente reconstruida y llena de suciedad y desperdicios. Se nota que estamos cerca de la carretera.

Desde lo alto de la colina contemplamos como la muralla serpentea por las colinas, en ocasiones superando tramos verdaderamente abruptos. Continuamos nuestra marcha caminando por la muralla, con cuidado ya que hay zonas con piedras sueltas, incluso algunas veces, debido a lo escarpado del tramo, tenemos que utilizar pies y manos para avanzar, intentando no pensar en la pendiente que se abre a nuestra derecha y en la vertiginosa caída de varias decenas de metros que supondría el más mínimo error. Cuando el tramo de la muralla se hace impracticable, descendemos y avanzamos al pie de esta, luchando contra la vegetación que lo invade todo.

Continuamos caminando durante unas 5 horas hasta llegar al octavo o noveno torreón, donde el avance se complica debido a la maleza y al deterioro de la muralla. Afortunadamente esta atalaya cuenta con un techo estable al que se puede acceder por una escalinata en buenas condiciones, así que decidimos pasar la noche allí.

Desbrozamos todo el piso de maleza y plantamos nuestra tienda de campaña, para posteriormente quedarnos embobados contemplando como el sol se pone entre la bruma mientras disfrutamos de nuestro merecido castizo sándwich en lo alto de la Gran Muralla.

Acampados en la Gran Muralla

Era una noche muy cálida, así que antes de meternos en la tienda de campaña, nos tumbamos cuan largos somos en el suelo del torreón para disfrutar del cielo estrellado, sin hablarnos, cada uno ensimismado en sus propios pensamientos. Y es que no todos los días uno puede dormir en la habitación del ático del Great Wall Hotel… Me acordaba de todas esas fotografías que había contemplado de la Gran Muralla, la mayor construcción realizada por el hombre, y me sentía ahí tumbado, como un punto apenas visible en esos 8.500 km de construcción. Tomas consciencia de lo pequeño que eres y lo curioso que es pensar la de veces que te sientes el centro del mundo

Por la mañana volvemos a la carretera, y al llegar a aquel primer torreón vemos a unos orientales (no se si eran chinos, coreanos,..) haciéndose fotos. Son los primeros turistas que vemos en la Gran Muralla después de dos días y nos sentimos contentos ya que es algo que no puede decir todo el mundo

Por supuesto al que tardamos media hora en explicar que nos tenía que volver a buscar no apareció, pero afortunadamente, el primer coche que pasó nos acercó hasta un pueblo dónde pudimos coger un taxi. El conductor del coche resultó ser un fan de las corridas de toros y, en un inglés más que bueno, nos dio una magistral clase sobre el mundo taurino. Sabía más que nosotros tres juntos ¿Sería familiar de Vicente Hong?

Con el taxi nos dirigimos a Mutianyu, construida en el siglo VI por el general militarXuDaen los principios dela dinastíaMing, y hoy en día es la más larga sección de la Muralla completamente restaurada, y un buen ejemplo para hacerse una idea de cómo sería la muralla en su época de mayor esplendor. Con un recorrido de más de 2 kilómetros y 22 torretas de vigilancia, es una de las zonas más fotogénicas de la gran muralla que bien merece visitar y poder disfrutar y comparar ambos sectores. Eso sí… me quedo con la noche bajo las estrellas en el corazón de la Gran Muralla de la ruinosa HuangHua…

Nota: En 2005 comenzó la restauración de la muralla de HuanhHua, y hoy en día si quieres llegar a ala zona “original”, debes de andar unas 3 horas antes de poder contemplar la muralla sin restaurar.

Nota 2: Hoy en día, para subir y bajar de Mutianyu, hay un teleférico y un tobogán. Cabe destacar que ambas construcciones no son de la época de la dinastía Qi.. Tampoco estaban en el 2003, pero ya se sabe, estos chinos….

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El autor (de rojo) en la muralla Mutianyu

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