En el mundo existen varias plazas famosas: la de Tian’anmen, con el impertérrito retrato de Mao sobre la puerta de la Ciudad Prohibida; o la Plaza Roja de Moscú, con su Kremlin y la colorida basílica de San Basilio al fondo; o la plaza de San Pedro, corazón del Vaticano y parada obligada en toda visita a Roma… Podría seguir enumerando otras distinguidas plazas, pero bien seguro que ninguna tiene la animación, el descontrol, ritmo y el desbarajuste como la Plaza de Djama el Fnaa, en el corazón de Marrakech, la ciudad más alegre de todo Marruecos.

Tan solo existe un lugar en el mundo, y no, no es Roma, donde convergen todos los caminos, y este es sin duda La Plaza, (como la llaman los lugareños). Da igual por donde pasees por Marrakech: Si caminas en dirección contraria a la Plaza, los locales te avisarán de que vas en la dirección equivocada. Y si deambulas perdido por los recovecos de la medina, es como si navegaras por un torrente, al final acabas desembocando en ella. Y es que ésta actúa como si de un delta se tratara, absorbiendo los cientos de callejuelas que fluyen por el interior de la medina. No hay manera de evitarla.

Puesto callejero de La Plaza

La plaza es enorme y de forma caprichosa. Más que una plaza en si misma parece una desordenada unión de pequeñas plazas, donde los vendedores de zumos de naranja, dentistas y cuentacuentos compiten en su diario afán por recabar la atención del turista junto a los encantadores de serpientes, los aguadores y los gnauas, descendientes de los esclavos sudaneses, que amenizan toda la plaza con su repicar de crótalos, tambores y laúdes. Los turistas deambulan sin rumbo fijo por la plaza, y los encantadores de serpientes, siempre al acecho, por unos pocos dirham te colocaran una serpiente sobre los hombros. El quitártela probablemente te cueste bastantes más dirhams….

Pero es al caer la noche, cuando esta peculiar “rave” alcanza su punto álgido. Decenas de puestos de comida ambulantes se instalan en el centro de la plaza. Es en ese momento, con los últimos estertores de claridad, cuando debemos subirnos a una terraza cercana y contemplar la Plaza desde las alturas, siempre custodiada bajo el minarete de la mezquita de la Koutoubia, e iluminada por decenas de faroles de queroseno, y observar como una inquietante neblina asciende del epicentro de la plaza. Te da la sensación de que la tierra se ha abierto, dejando abiertas las puertas del infierno. Y es que decenas de parrillas y calderos se han encendido para ofrecer brochetas, merguez (salchichas especiadas) acompañadas con harira (una deliciosa sopa de lentejas) y otra serie de delicatessen marroquíes. Bien es cierto que la higiene no es el punto fuerte de estos puestos callejeros, pero el ambiente que se respira en ellos bien merece la pena una cena.

Djema el Fnaa al caer la noche

Y nada mejor que, tras vivir esta locura de Plaza, alojarte en alguno de los 600 riads diseminados por el interior de la medina, para descansar del ajetreo vivido en la plaza de Djema el Fnaa, cuya traducción más o menos vendría a ser “asamblea de los muertos”, y es que aquí es donde se celebraban las ejecuciones… Afortunadamente hoy en día nada tiene que ver con lo de antaño, y es que es sin duda una de las plazas más alegres que te puedas encontrar en cualquiera de tus viajes. ¡Y a tan solo 2 horas en vuelo de casa!

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