Amanecemos en el Community Camp de Hippo Pools, justo bajo la presa de Ruacana, a orillas del río Cunene que delimita Namibia con Angola. El camping lo regentan dos mujeres Himbas, y es que toda esta zona es territorio himba. Una vestida de forma occidental, pero sin los dos dientes incisivos centrales inferiores. La otra, de forma tradicional: con su peculiar peinado y semidesnuda, con el cuerpo pintado de ocre, y los pechos flácidos surgiendo bajo una avalancha de abalorios de colores colgados del cuello. Pagamos los tres euros y medio que cuesta la estancia y nos dirigimos al puesto fronterizo, a pocos kilómetros de aquí. Adelantamos a tres mujeres himbas que montan en un mismo burro y llegamos a la frontera, consistente en dos desvencijados edificios uno frente a otro. Los papeles de salida de Namibia son rápidos. Como único incidente reseñable es que el funcionario nos pide un ibuprofeno para su resaca. Los de Angola nos llevan 45 minutos. Nos hacen pasar al despacho del gerifalte donde un negro imponente, de casi dos metros y brazos de Geyper Man vestido con pantalones militares y camiseta blanca de tirantes nos estruja la mano y nos hace preguntas sobre la obtención del visado.
Uno de los principales problemas para visitar Angola es precisamente la obtención del visado. Y es que a parte de una carta de invitación de una empresa local, certificados de ingresos, antecedentes penales y demás papeleo, te obligan a ir a poner tus huellas dactilares a la embajada de Madrid, lo cual limita mucho los viajes turísticos al país. Pero mi amigo Albert, que siguiéndome los pasos de un viaje que hice hace unos años, se ha cruzado Africa y en estos momentos tiene el coche aparcado en Namibia, me ofreció intentar “darnos un voltio” por Angola. Y sin carta de invitación pero con una ruta del viaje que íbamos a hacer en nuestro coche, documentación del vehículo y una sonrisa en la cara, hemos conseguido el visado. ¡Y solo hizo falta ir a la embajada 4 veces!
Y aquí estamos. Parece que pasamos el examen y nos sellan el pasaporte, pero antes nos hacen pasar a otra habitación a rellenar nuestros datos. Es una habitación espaciosa, donde hay dos mostradores enfrentados con 6 ordenadores sobre las mesas pero solo 4 monitores y un solo funcionario dormitando sobre una silla. Parece que hoy no es el día más agitado en esta frontera. Tan solo una chica de la etnia Mudimba, con un pañuelo en la cabeza tipo buff, unas cuentas de plástico colgando de las trenzas que le asoman bajo el pañuelo, una colorida falda y un bebé a la espalda es, a parte de nosotros, la única persona que cruza la frontera.
Mientras mi compañero Albert rellena el permiso de importación del coche, yo me entretengo charlando con unos chavales que están jugando a las damas en un rincón del edificio. A los pocos minutos, estos chicos me ofrecen si quiero cambiar dinero. Angola, al estar fuera del sistema bancario internacional, no pueden sacar dinero en el extranjero, por lo que hay falta de divisas. Es por ello que el cambio no oficial es hasta el doble que el bancario oficial, y una práctica más o menos permitida. Esa es la razón de que Angola sea un país tan caro. Si pagas en dólares, (el precio al que te suelen ofrecer todo desde fuera del país), los precios son desorbitados, pero si consigues la moneda local, el kwanza, es un país bastante económico. Más o menos la mitad. Y fuera de la capital, los precios se desploman, con lo cual resulta ser un país bastante barato.
Cuando ya había negociado el precio, el funcionario que estaba tramitando la importación del vehículo con Albert, sale del mostrador y hecha a los chicos con cajas destempladas. Nos ha explicado educadamente, que no se puede cambiar dentro del recinto de la aduana, que es un lugar gubernamental, y eso es ilegal y que por favor tengamos un poco de respeto, que cambiar divisas en el mercado negro es algo que va contra la economía del país. Tras semejante discurso moralista, no nos queda sino agachar la cabeza, rascarnos con la oreja el hombro y pedir perdón.
Finalizamos todo el papeleo, y ya con el pasaporte y coche en regla, nos disponemos a salir del edificio y buscar a esos chicos, ya que no tenemos ni un euro en moneda local. El mismo funcionario de la perorata moral, justo antes de salir por la puerta, nos llama, y nos dice por en un susurro si queremos cambiar dinero. Nos miramos Albert y yo, y riendo le decimos que sí. Como se dice por estos lares, T.I.A. (This is Africa – Esto es Africa) Nos pasa a un cuarto y entramos de nuevo en el tira y afloja de negociar el precio.
Al final nos lleva más tiempo el cambiar el dinero que realizar todo el papeleo. Observo divertido como un soldado que había en la garita de entrada, hace acto de presencia en el edificio, se cuadra delante del jefe-cachas con aire ostentosamente marcial, intercambian unas palabras y los dos se sientan en el suelo a jugar a las damas. Más T.I.A.
Pero bueno, ya con dinero en el bolsillo, los papeles en regla, el depósito lleno y varios bidones extras también, agua y comida, nos lanzamos a explorar la inhóspita región de Cunene, en el sur de Angola, una de las regiones más perdidas de África, y por ende, del mundo.
En un próximo post ya os contaré como fue el viaje por Angola, que éste al final se ha alargado mucho. Desgraciadamente, este no es un viaje que se pueda ofrecer desde Paso Noroeste, que ya me gustaría porque me encantó como destino pero, sobre todo por el problema del visado, hace que sea muy difícil de momento ofrecer viajes a Angola.
Eso sí.. espero que os gusten las aventurillas de este viaje por Angola, aunque no lo ofrezcamos en la agencia.
Podéis ver varias fotos de este viaje en mi Instagram @alvaroblanchi y otras fotos de viajes en el Instagram de @pasonoroeste
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