Nuestro viaje a Costa Rica acabó hace casi un mes pero aún quedan en nuestra mente vívidos recuerdos que nos arrancan una sonrisa siempre que los evocamos.

El grupo de WhatsApp sigue #ACTIVO. Tanto como sus integrantes. No hemos dejado de movernos desde entonces. No solo en lo físico, también en lo personal. Ya ha habido varios encuentros de viajeros que se han desplazado a visitar a otros a distintos lugares de España. Es cierto lo que dicen de que los viajes de Paso Noroeste y Paso Activo no solo gustan y enganchan, si no que forjan amistades que duran para toda la vida.

Viajeros #ACTIVO en Costa Rica con locales que nos ofrecieron cocos
Tortuguero, charlando con locales y bebiendo agua de coco

Pero centrándonos en el viaje, dejadme que os cuente que llegamos a La Alajuela, cerca de San José con mucha expectación algunos y un poco de miedo otros. Si no miedo, sí inquietud o nerviosismo. ¿Cómo serán mis compañeros de viaje?, ¿encajaré bien?, ¿será el coordinador tan paciente como dice que es? 🙂

Llegada a Costa Rica

Poco a poco, las dudas se fueron disipando. Tras comer nuestro primer casado por el camino, llegamos muy ca(n)sados –típico chiste de Raúl- a Monteverde donde nos fuimos a dormir para despertar al día siguiente rodeados de campos verdes y deleitándonos con un opíparo desayuno a base de gallo pinto, huevos y bananas. El grupo se iba conociendo ayudado, especialmente, por las horas que pasamos en la furgoneta. Recorrer un país de esta manera no solo te ahorra tiempo y te permite elegir dónde ir de una manera más simple y rápida, también genera lazos de unión entre compañeros de asiento, de botes y de pinchazos. El acierto fue mayor ya que nuestro conductor, Bryan, un tico con tanto humor como conocimiento de su país, hacía amenos los desplazamientos con chistes, música y anécdotas de la historia de Costa Rica.

En la ladera del volcán Arenal hicimos senderismo, nos bañamos en las aguas termales de La Fortuna y nos dejamos deslizar por una de las tirolinas más largas de América –salto al vacio incluido-. Esa fue, quizá, una de las muchas experiencias que vivimos que no vamos a olvidar nunca.

Tortugas y experiencias de vida

Tras los primeros días, llegamos a Tortuguero, nos despedimos de Bryan, abordamos una barca que nos llevó río abajo deteniéndose para mostrarnos caimanes, iguanas, monos y ranas de ojos saltones y desafiamos una lluvia torrencial para ver desovar a las tortugas verdes en la playa. Además, salvamos a un bebé tortuga que estaba perdida y buscaba desesperada el mar. Experiencia número dos que no olvidaremos en la vida.

En la estrecha lengua de tierra que es Tortuguero encontramos tiempo y lugar para hacer ejercicio en la playa el primer día y en un parque infantil, escoltados por los críos que se nos unieron, el segundo. También de catar una hora feliz que hizo las delicias de nuestros anfitriones, los dueños del bar: nos dejaron elegir la música durante toda la noche, se sumaron a nuestra alegría y alargaron el descuento hasta que nos fuimos a la cama.

¿Y el rafting?, ¿pa’cuando?

Al día siguiente abordamos de nuevo un barco bajo una intensa lluvia y nos reunimos otra vez con Bryan, para bajar la costa del caribe rumbo a Panamá y Bocas del Toro.

En el camino intentamos descender el río Pacuaré haciendo Rafting pero la cantidad de agua que cayó esa mañana nos lo impidió. Tras algún momento más o menos tenso aplazamos la cita para más adelante, donde nos tomamos atrevida venganza en la otra costa del país.

Antes de saltar a Panamá, hicimos noche en Puerto Viejo de Talamanca, donde aprendimos a vivir de bocadillos con aguacate, atún y vegetales que comprábamos (más baratos) en los supermercados y que degustábamos sentados en alguna playa o en algún lugar apetecible, tranquilo y bonito.

Panamá. Bocas del Toro

Bocas del Toro fue quizá, la tercera experiencia impagable que vivimos. Además de dormir en el hostal de un danés hippie más preocupado de las cervezas que ofrecía gratis que de la limpieza de su local, contratamos un barco para visitar islas paradisiacas, hacer esnórquel sobre coral poco profundo y visitar delfines y estrellas de mar como atracción principal. Esa noche, además, salimos de fiesta para comprobar cómo se mezclan sin mucho recato ni mesura los locales panameños con los extranjeros. Disfrutamos de nuevo, con intensidad y alegría. Y eso es impagable.

Tras una mañana lluviosa donde alguno pensó que el cielo se desplomaría sobre sus cabezas y un viaje largo en el que pasar fronteras se convirtió en una atracción para contar a nuestros amigos, llegamos de nuevo a Costa Rica donde Bryan nos recogió para llevarnos a Corcovado.

Corcovado. Piratas y bandidos

Si alguna vez habéis soñado con vivir en una población pirata, Drake es el paraje de vuestros sueños. Llegamos en lancha desafiando olas, tormenta y desorbitados precios de combustible y nos encontramos con un Parque Natural tan espeso que, en los lugares más remotos, es guarida de narcotraficantes. Conocimos a Carlos, un ex-marine americano que cura sus heridas físicas y mentales entre jaguares, ballenas, delfines, tucanes, tapires y cocodrilos. ¿Digo conocimos? ¡No!, nos adentramos con él en la selva y avistamos esas ballenas que a muchos de nosotros nos trajeron a Costa Rica. Experiencia número cuatro: ver ballenas a un metro de distancia. Y delfines, y una manta saltando por encima del agua y tortugas a las que miramos a los ojos mientras buceábamos. Y tiburones. Sí, todo eso: ‘check’. Hecho.

Aún quedaban motivos para alegrarse de haber visitado Costa Rica, tras las emociones de Corcovado, encontramos el sosiego que deseábamos en Uvita: un hostal deliciosamente integrado en la naturaleza donde íbamos a dormir una sola noche, ¡y acabamos extendiéndonos tres!

Visitamos cascadas, playas con cuevas que daban al mar, comimos pizzas inmensas, jugamos juegos de niños y nos divertimos como tal. El viaje tenía que acabar en algún momento. Habíamos vivido tanto y tan intenso… en la carretera nos encontramos un perezoso al que ayudamos a cruzar, se estropearon móviles, uñas, nuestro pelo nunca estuvo limpio, nuestra ropa nunca estuvo seca del todo, nuestra furgoneta siempre llena de barro y, a pesar de todo, cada momento mereció la pena. Cada instante fue tan vivo como las puestas de sol que nos inventábamos subidos a un tejado en construcción mirando hacia el oeste con una cerveza en la mano, un amigo a cada lado y un pensamiento de eternidad llenando nuestros corazones.

Costa Rica se acababa pero su legado ‘Pura Vida’ quedará para siempre en nuestra alma.

2 comentarios
  1. Raúl
    Raúl Dice:

    Experiencia vital irrepetible, sólo mejorable volviendo a soñar con otro viaje guiado por Pasonoroeste, compartido con nuevas personas aventureras y espero que conocid@s de éste viaje, gracias:Rafa,Eloy,Carlos,Alberto, Fayna,Leti,Cari,Rocío,Cristina,Vale,Reme y Bryan.
    Os espero en el siguiente destino

    Responder

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