¿Sabes cuándo suena una estrofa de una canción que tienes de fondo, te llama la atención y te vas a buscar la letra completa? Google ya sabe que siempre que escribo el nombre de una canción en la caja de búsqueda debe añadir la palabra ‘lyrics’ detrás. De esta forma, nos entendemos.

Hoy estaba con el último disco de Radiohead, ‘A Moon Shaped Pool’ del 2016 y me he quedado enganchado con el ritmo de “Ful Stop”.

Atención, parada completa.

Y claro, allí que he ido:

“You really messed up everything

But you can take it all back again

Strike up what’s in the box

Why should I be good if you’re not?

[…]

To be trapped in your full stop”

-Estar atrapado en tu parada completa-

No sé cuándo volveremos a viajar. La verdad que no tengo ni idea. Tampoco sé a dónde. Mañana tendría que salir Rumanía #ACTIVO. Un viaje que me hacía una ilusión muy especial y aquí estoy escribiendo con la maleta sin sacar del armario.

Tampoco sé cuál será nuestro próximo y primer destino o qué es lo primero que haré cuando acabe el confinamiento y salga de casa. La incertidumbre es tan grande y el tema tan superficial, en este momento, que muy poca gente se plantea hacer planes para el futuro. Lo bueno de esta pandemia es que nos ha obligado a comprender el presente.

En realidad, no. No nos ha obligado a nada.

En realidad, esta pandemia nos ha puesto delante el presente. El aquí y el ahora. Como quién reparte publicidad a la entrada del metro. Nos han puesto en las manos tiempo. Mucho tiempo. Hoy, sí es hoy. Mañana quién sabe lo que será. Si nos atreviéramos, si tuviéramos el valor suficiente, podríamos estar mirando a nuestra situación familiar, a nuestra consistencia (o no) emocional, a qué supone para nosotros las amistades y cómo nos relacionamos con la gente a la que queremos.

En estos días, ahora sí, tenemos horas para cocinar, ver las series que teníamos retrasadas, ordenar los armarios y limpiar la casa. Pero también para escuchar música de verdad, tirado en el suelo del cuarto, con los ojos cerrados y sin leer el periódico a la vez. Para estar con nosotros mismos, sin resolver listados de acertijos con emoticonos en el móvil y sin aceptar y repercutir desafíos estúpidos con papel higiénico. Tiempo para agarrar a nuestra pareja, mirarla a los ojos y hacerle el amor de verdad. Hacer el amor con su alma, no con mis prisas y sus necesidades. Parar el reloj sobre la cama, dejar que se haga de noche sin bajar la basura y sin preocuparse de qué vamos a cenar hoy.

Lo que tenemos entre las manos es un tesoro que tal vez no estamos valorando. Decía Borja Vilaseca que La Soledad somos nosotros y que la manera en que la tratamos –a La Soledad- indica lo bien (o mejor, mal) que nos relacionamos con ella. Es muy bueno distraerse, es fabuloso hacer vídeollamadas con amigos y familiares, es provechoso, por supuesto, releer los comics que compramos hace años y que ya casi no recordamos. Sin embargo, quizá la actividad más beneficiosa sea la que evitamos. La de aburrirnos, la de mirar a la pared desnuda e imaginar una carrera de caracoles mientras repasamos, sentimos, qué tenemos por dentro, de qué pasta estamos hechos e identificamos las heridas que no nos dejan ser felices. Y nos quitan la energía que nos constituye como persona.

Volveremos a viajar. Volveremos a salir de casa. Volveremos a ver a la mayoría de nuestros familiares y amigos. Volveremos a beber cerveza en compañía. Pero tal vez, ojalá, ya no sean las mismas compañías y cada uno de nosotros hayamos traspasado ese espejo en el que nos reflejamos para ser un poco más nosotros, un poco más conscientes. Para ser mejores personas.

No soy de dar consejos. Siempre que alguien me pregunta que qué opino sobre algo suelo empezar con ‘Desde mi punto de vista’ o ‘Para mí…’. Opino que cada persona tiene que tomar sus propias decisiones, sin embargo, no rehúyo preguntas comprometidas. ¿Qué cuál es mi plan para estos días? Mi plan es no tener más plan que escuchar las fuerzas que se generan dentro de mi cuerpo y de mi alma. Y ordenarlas fuera. También voy a leer, voy a enviar chistes, voy a hacer ejercicio cada día y bromas en el fin de semana. Voy a estar colgado del teléfono. ¿Quién es capaz de evadirse de ello? Sin embargo, mi camino pasa por respetar los recreos, las pausas y las sonrisas que genera el sol que calienta y se cuela por la ventana. Voy a quedarme quieto lo necesario para que mis fantasmas me alcancen, se sienten a mi lado y nos pongamos nombre. Voy a decir que sí, que de este confinamiento siendo más yo: física y mentalmente. Y que la vida y todo lo que he aprendido son un conjunto de experiencias que conforman un sentido. Puede que no sepa cuál, ni cómo. Pero sí sé que quiero recorrer el camino que me lleve –o no- a descubrirlo.

1 comentario

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

2 × 4 =